Sunday, March 28, 2010

Ángeles y Piratas (LADCA No. 4, Vol 3)

Las ninfas habían quedado atrás, para alegría de unos y desgracia de otros, y la vida era buena. Dinero, mujeres, alcohol. ¿Qué más puede pedir un pirata?, pues que le dure. Así como las ninfas quedaron atrás, el dinero, las mujeres y el alcohol también eran ahora cosa del pasado; y es que por más bueno que fuera el botín con el que se hicieron en cierta pequeña isla entre las más grandes Seventh y Thrug, reza el famoso dicho pirata: “no hay botín que dure cien años ni cuerpo que lo resista” (sobre todo si se gasta en salasta). Y fue así como Alquimio Batros, Tolo Lacs y Tedes Atoro, “el chico”, empezaron a hacer preguntas por las tabernas de Tantamar con la esperanza de encontrar algún trabajito.

Las ofertas no eran las mejores del mundo pero no estaban para ponerse exquisitos: limpieza de baños en una taberna, cuarta pata de una mesa y la recompensa por la captura de un peligroso prófugo que había escapado hacía cosa de unos días de Dreadhold, la isla prisión de los Principados Lhazaar. Y dadas las circunstacias no había más que decir, los piratas de la Zaarita eran ahora caza recompensas.

Barra Bandera Albatros

Las primeras pesquisas las hicieron en Tantamar, pero no encontraron mayor información sobre el prisionero. En Piritar, Regal Port y Port Verge sucedió más o menos lo mismo, mucho movimiento y pocas respuestas. Los piratas de la Zaarita empezaban a hacerse la idea de que no llegarían a ningún lado preguntando y decidieron sacar sus propias conclusiones (cosa que como se ha visto a lo largo de estas historias, y se seguirá comprobando en el futuro, no suele llevar a buen puerto). El razonamiento fue más o menos el siguiente: La isla-prisión de Dreadhold se encuentra al norte de Cape Far y como la mayoría de islas, está rodeada de agua. Y así llegaron a su primera conclusión: el prisionero vestía de azul (después de todo, era la única forma de camuflarse en el mar). Tras darle un poco de vueltas a la primera conclusión llegaron a la segunda: el prisionero no necesariamente vestía de azul. Orgullosos de haber llegado a dos conclusiones en tan poco tiempo, Albatros y sus oficiales decidieron que ya habían conclusionado demasiado y que era hora de fijar rumbo… hacia Trebaz Sinara.

A más de uno se le ocurrió a mitad de camino que las conclusiones a las que habían llegado no servirían de mucho, pero temiendo nuevas reuniones conclusionarias prefirieron guardar silencio. Después de todo Trebaz Sinara era la única de las islas cercanas a Dreadhold que no formaba parte de ningún principado, y las turbulentas aguas que la rodeaban y los monstruos que la habitaban la hacían uno los lugares más peligrosos del mar de Lhazaar; el lugar perfecto para desaparecer por un tiempo (o para siempre).

Conforme se iban acercando a Trebaz Sinara la Zaarita empezó a sentir como las corrientes y los vientos empezaban a hacerse más fuertes y pronto serían muy difíciles de resistir. A los lejos, encallada contra los arrecifes en que reventaban las enormes olas de aquel terrible mar, podía verse una embarcación que reconocieron al instante como el Recupereitor, la nave de Los Recuperadores. Albatros logró acercar a su barco a unos 500 pies de los arrecifes pero era imposible seguir adelante sin ser arrastrados y terminar encallados también. Solo quedaba una opción, el anillo de Water Walking que encontraron entre los tesoros de las ninfas y que sabiamente habían decidido no vender (entre otros pocos objetos). La decisión fue unánime, el capitán debía ser el que cruzara las tórridas aguas hasta llegar al naufragado barco, y si bien el riesgo de morir ahogado era mínimo con el anillo puesto, de la mojada y la sacudida de las olas el capitán de la Zaarita no se iba a salvar.

Barco hundido 2

El Recupereitor se veía destrozado, la cubierta aún más que su casco. Todo parecía indicar que las corrientes que circundaban la isla no habían sido el motivo por el cual el barco terminó como estaba. Albatros subió al castillo de popa pero no encontró nada de valor. Bajó a las bodegas, revisó los camarotes y nada tampoco. Finalmente llegó a la cabina del capitán y encontró su bitácora. La abrió para leerla pero entonces escuchó un ruido en cubierta, Albatros guardó la bitácora dentro de su abrigo y subió a ver qué pasaba arriba. Una criatura hermosa, de rasgos angelicales, acababa de posarse sobre el castillo de popa. Llevaba puesta una fullplate muy brillante color plateado y una gran espada envainada al cinto.

“¿Quién eres tú y que haces aquí?” preguntó el ángel con una melodiosa voz y un tono que dejaba en claro que podría partir al pirata en dos si se lo proponía.

“Mi nombre es Alquimio Batros, capitán de la Zaarita y uno de los más temidos y respetados piratas de... En fin, vimos el Recupereitor encallado a los lejos y vine a ver qué había pasado. ¿Con quién tengo el gusto?”

“Así que conociste a sus tripulantes,” eso no había sido una pregunta pero de todas formas Albatros respondió.

“¿Los Recuperadores? Bueno, no es que hayamos sido amigos; pero sí, podría decirse que los conocía.”

“¿Y sabes donde están ahora?”

“No sé más que tú, acabo de llegar y ya me estaba yendo. Dudo que mi barco aguante mucho más en estas aguas, así que viento calmo y... no, ¿cómo era?”

“Te vi rebuscando el barco, ¿encontraste algo?”

“No,” respondió Alquimio Batros mirando hacia su barco para evitar darle la cara al ángel, “pero quizás tengas mejor suerte que yo. Aguas calmas y buen viento, eso es…” se despidió el capitán de la Zaarita saludando con la mano y se lanzó al mar con su el anillo de Water Walking puesto.

La Zaarita había aguantado hasta ahora pero nada aseguraba que siguiera comportándose tan bien. Albatros pisó la cubierta y soltó las órdenes de costumbre, “a sus puestos, moluscos de acequia, leven el ancla, aseguren las amarras, guárdenme las naranjas, nos vamos de aquí”. Los vientos empezaban a arreciar y a cruzarse y la Zaarita no parecía poder librarse de las corrientes, por cada nudo que avanzaba terminaba retrocediendo tres, acercándose cada vez más a los arrecifes. Albatros logró finalmente tomar control de la situación y sacó su barco adelante, no sin romper un par de cabos y hacer crujir cada astilla de la Zaarita.

Ya en aguas más calmas Cosofrito divisó a lo lejos algo que se acercaba volando. El ángel se posó sobre la cubierta de la Zaarita y desenvainó su greatsword ante la atónita mirada de los piratas.

Angel 2

“¡DÓNDE ESTÁ!” rugió el ángel dirigiéndose hacia el castillo de popa donde se encontraban Albatros y Segundo. Resultaba increíble como una criatura tan hermosa podía a la vez inspirar tanto temor.

“Es contigo,” sacó cuerpo inmediatamente el capitán de la Zaarita dejando a Segundo solo frente al timón.

“¿Conmigo?” Segundo parecía bastante confundido.

“¡Tú, el del sombrero gracioso, sabes bien a que me refiero!” El ángel parecía realmente molesto, Albatros se tocó la cabeza y al sentir su sombrero exhaló resignado. “¡Dónde está la bitácora!”

“Ahhhh, la bitácora, haber comenzado por ahí. Segundo trae la bitácora de mi camarote y sírvele a nuestro invitado un traguito de salasta, que debe tener frío con lo mojado que está.”

“¡SUFICIENTE!” volvió a rugir el ángel. “¡Ya estoy harto de tus tonterías!”

Albatros tragó saliva, metió la mano dentro de su abrigo y sacó lo que parecía ser un libro deshecho. La tripulación de la Zaarita miraba sin comprender. El ángel alzó vuelo, se posó al lado de Albatros y le arrebató el libro de las manos.

“Solo lo tuviste unos minutos y ya lo arruinaste.” La bitácora del Recupereitor estaba totalmente mojada, sus hojas se deshacían con solo tocarlas y muchas de ellas no podían ni siquiera despegarse de las otras.

“Técnicamente fue el agua,” dijo Albatros con la más amigable de sus sonrisas.

El ángel devolvió a Albatros una mirada de odio, parecía estarse controlando para no hacer pedazos al capitán de la Zaarita y su barco. Finalmente respiró profundamente, sacudió la cabeza y cada uno de sus dorados cabellos volvió a su lugar, una sonrisa apareció en su rostro y habló otra vez con aquella dulce voz que Albatros escuchara la primera vez.

“Lo hecho, hecho está. Os aconsejo no volverse a cruzar en mi camino. No suelo tener tanta paciencia.” Y dicho esto el ángel desplegó sus alas y alzó vuelo, perdiéndose de vista rápidamente.

“¿Qué fue todo eso?” preguntó Segundo levantando la cabeza de detrás del timón donde se había ido a esconder.

“Nada,” respondió Albatros mirando al horizonte, “pero al parecer alguien está interesado en dar con Los Recuperadores.”

“¿Qué haremos ahora capitán?” Tedes había subido a cubierta y preguntaba lo que estaba pensando toda la tripulación.

“Ahora volveremos a Regal Port,” dijo el capitán de la Zaarita con la mirada aún perdida. “Logré leer algo de la bitácora antes de que esa cosa me visitara por primera vez. Al parecer Los Recuperadores fueron atacados por una flota de Ryger y me huele a que hay dinero de por medio.” Y no hizo falta decir más, Danubio ya estaba dándole de latigazos a la guardia cuando Albatros tomó el timón y fijó rumbo al sureste, de vuelta al más grande de los principados.

Barra Bandera Albatros

Regal Port recibió a los piratas de la Zaarita como siempre, sin el menor interés. Pero ahora que habían pasado a formar parte de la flota de Ryger (o al menos eso habían acordado para salvar el pellejo algunos meses atrás cuando fueron emboscados por una flotilla de Seadragons), planeaban sacarle algo de provecho al asunto. Cual embajadores de alguna creciente y pujante nación, Albatros, Tholo y Tedes “el chico” se dirigieron al palacio de Ryger y solicitaron una audiencia con él, audiencia que obviamente no se las dieron por lo que tuvieron que sacar a colación el tema de Los Recuperadores para llamar la atención. El secretario de Ryger, quien los atendía en ese momento, desapareció unos instantes y a su regreso les informó que el alto príncipe los recibiría al día siguiente.

Decidieron entonces ocupar su tiempo en algo útil y se fueron de compras, pero lo que buscaban no lo podrían encontrar en el Mercado Pirata, a pesar de ser el centro de comercio más grande de los Principados. Tras hacer algunas averiguaciones se enteraron de que si había alguien en los Principados capaz de construir las armas que Albatros, Tedes y Tholo buscaban, ese era Achtun Datsun, el Artificer principal de Ryger. Regresaron al palacio del señor de los Seadragonsn y pidieron ver a Datsun. Nuevamente fueron desairados, esta vez por el secretario del Artificer, así que volvieron a usar el viejo truco de llamar la atención. Le llamaron la atención al secretario diciéndole que como podía ser que no los dejara pasar a ver a su viejo amigo, y que seguro su jefe se molestaría mucho al enterarse de todo aquello, sobre todo teniendo en cuenta lo que le habían traído. Fue una suerte para los piratas que efectivamente tuvieran algo que interesara al gnomo artificer, quien gentilmente se presentó como Michael Jackson (probablemente el nombre con el que lo llamaban sus amigos). Los cuatro rapiers que habían encontrado en el Northseeker eran nada más y nada menos que los Cuatro Cardianles, un juego de armas equipadas con dragonshards de gran poder. Jackson quiso hacerse con los cuatro rapiers pero los piratas solo accedieron a entregarle tres, a cambio de que les preparara tres armas también de su elección. El gnomo, decepcionado, no pudo más que aceptar la oferta; después de todo, pensó, más adelante podría hacerse con el último ahora que sabía quién lo tenía.

La construcción del equipo solicitado tomaría unas tres semanas así que los piratas de la Zaarita tuvieron que hacer tiempo cuando Ryger, en la audiencia del día siguiente, les confió que tenía a los Recuperadores como prisioneros y les pidió que averiguaran donde era que estos tenían un altar en particular que el alto príncipe deseaba. Albatros propuso ganarse la confianza de los Recuperadores visitándolos a diario en la prisión y diciéndoles que estaban negociando su salida. De esta forma, en un tiempo que el capitán de la Zaarita estimó como en, “digamos, no sé, tres semanas,” fingirían una fuga ya que resultaba imposible liberarlos por las buenas. Así se llevarían a los Recuperadores a bordo de la Zaarita hasta su escondite y averiguarían donde estaba el altar. A Ryger no le gustó mucho la idea pero tenía problemas más importantes de los cuales preocuparse (corría la voz por las islas del este de Khorvaire que la Flama de Plata planeaba una suerte de invasión a los Principados, e incluso unos barcos de velas plateadas ya habían sido divisados cerca a las costas de Tantamar). Y fue así como el gobernador de Greentarn, comandante de los Seadragons y alto príncipe de Lhazaar, dejó que Albatros y su tripulación hicieran lo que mejor les pareciera, decisión que probaría ser la equivocada en el largo plazo.

4 comments:

Gonz said...

Oe, así no pasaron las cosas... ¿o sí?

Pablo said...

Me tomé algunas licencias, debo admitirlo. De esto hace ya un par de años (o más) y aunque tengo notas, no apuntaba todo.

Pero casi todo ocurrió así. Lo que demuestra, dicho sea de paso, que éramos la cagada y tú un DM que dejaba jugar :D

A todo esto, que hubiera pasado si seguíamos buscando al prisionero? y que quería ese ángel? o nuestra improvisación te obligaba a improvisar también? :p

Mrtn said...

Yo me acuerdo de poco que no sean la gloria perdida y todo lo demás que perdíamos después de cada aventura, el oro para empezar. Pero es cierto, después de tanto sería la voz saber por fin qué pasaba a nuestro alrededor mientras nosotros simplemente decidíamos atracar todo lo que se movía.

Pablo said...

Flaco: que te parece como va quedando Tholo? En esta última no hace mucho pero en las anteriores se ve un poco más del personaje.