Sunday, July 11, 2010

La Albatriada (LADCA No. 7, Vol 3)

“¿Cómo es que terminamos aquí?” preguntó en voz alta Tedes Atoro, el chico, sin dirigirse a nadie en especial.

“Tú solo ajústate los morlacos y trata de que no te maten,” respondió Tholo Lacs mientras contaba las dagas en su cinturón y revisaba que estuvieran afiladas. Alquimio Batros miraba a la Arena decidido, muy concentrado, cómo si supiera que lo que pasaría a continuación marcaría su vida para siempre.

Barra Bandera Albatros

Y ahí estaban, todos inmóviles es sus puestos, mirando a su capitán. Alquimio Batros tenía una sonrisa en el rostro y la mirada perdida en el horizonte.

“¿La fuente de qué?” rompió el silencio Tedes Atoro, el chico, al ver que nadie más se atrevía a hacerlo.

Albatros sacudió la cabeza como para volver en sí y respondió. “La Fuente de la Eterna Sabiduría, mi estimado hechicero.” Entonces se acercó al mago halfling, se puso en cuclillas para estar a su altura y apoyando una mano en su hombro, continuó. “Es natural que no sepas a lo que me refiero, pues no eres una persona de mar.”

“Yo tampoco se a que se refiere, capitán,” aprovechó para decir Segundo.

Albatros se puso entonces de pie y miró al resto de su tripulación, que lo observaba con cara de que realmente había perdido la cordura. “¿Es que nadie ha escuchado acaso de la Fuente de la Eterna Sabiduría?” Los tripulantes de la Zaarita se miraron unos a otros negando con la cabeza, luego volvieron a dirigir sus ojos a su capitán.

“¿Usted ha escuchado de ella acaso?” Preguntó Tholo Lacs, que empezaba a oler problemas.

“¡Pues claro que sí! No sabría decir cuándo ni dónde, pero vaya que he escuchado de la Fuente de la Eterna Sabiduría. Es una fuente que, bueno, te otorga eterna sabiduría.”

“Entonces sabe dónde está,” dijo Tedes, el chico, tratando de no hacerlo sonar como una pregunta.

“Claro, está en… que queda más o menos por…” Albatros se detuvo a pensar un instante. “Ahora que lo mencionas…”

“¿Está seguro que existe esa fuente, capitán?” inquirió el ninja/pirata con cara muy preocupada.

“Estoy seguro de que existe,” dijo Albatros con toda la seguridad que pudo imprimirle a algo de lo que no estaba totalmente seguro, “es solo que no puedo recordar dónde está. Tal vez ese pedazo de conocimiento se fue también cuando perdí parte de mi sabiduría.”

“Clérigo gordo en realidad dijo que…”, trató de intervenir Tedes, pero fue en vano.

“Porque ciertamente tiene que existir,” continuó Albatros, con el resto de su tripulación mirándolo aún intrigados. “Es decir, la Fuente de la Eterna Sabiduría... tiene todo el sentido del mundo, ¿verdad?”

Barra Bandera Albatros

El combate había dado inicio y los adversarios parecían estarse midiendo, pues ninguno había lanzado el primer golpe aún. Los tres piratas de la Zaarita contra tres gladiadores armados hasta los dientes. Fue Tedes quien tomó la iniciativa, lanzando una gran bola de fuego que rompió la formación de los gladiadores. Entonces comenzó el pandemonio. El polvo empezó a levantarse y el combate se volvió caótico, estocadas y acuchilladas iban y venían, el ruido de los metales al golpearse casi no dejaba escuchar nada más, salvo una que otra explosión de los hechizos del mago halfling. Entonces se oyó el primer grito agónico, alguien había caído.

Barra Bandera Albatros

Estaba muy bien medido, pensaba Albatros mientras veía correr a Tedes Atoro, el chico, con la fruta de fuego en sus manos. El tramo que le habían asignado al mago halfling era el más corto, pero también era él quien menos posibilidades tenía de mantener el ritmo. Debían llevar esa fruta de fuego al plato del oráculo para activarlo y preguntarle dónde se encontraba la Fuente de la Eterna Sabiduría, pero la fruta solo permanecía encendida unos minutos una vez arrancada del árbol (y era la última que quedaba del brote de aquel año, tendrían que esperar varios meses para tener una nueva oportunidad si fallaban). El oráculo, para colmo de males, se encontraba a una distancia considerable, y ninguno de ellos estaba acostumbrado a correr largas distancias. Siendo gente de mar sus habilidades eran claramente otras y cada uno caería rendido antes de acercarse siquiera a la gran estatua de piedra. Era por eso que se habían repartido en tres diferentes partes del tramo: Tedes tomaría la fruta y correría hasta Tholo, que le haría la posta hasta donde se encontraba Albatros, quien llevaría la fruta hasta el plato y activaría el oráculo. La pregunta era si realmente el oráculo sabría dónde podían encontrar la Fuente de la Eterna Sabiduría. El dato se los había dado un viejo marinero que solía frecuentar La Calera, la taberna de Celio Krutz en Port Verge. ‘Si hay alguien que sabe cómo encontrar la Fuente de la Eterna Sabiduría, ese es el oráculo de la isla Traglorn’, les había dicho el marinero en cuestión mientras apuraba su último trago de salasta y se quedaba dormido de lo ebrio que estaba. Y había sido él también quien les había confiado como hacerlo funcionar. Tantas cosas dependían de lo que habían aprendido de un completo extraño. Ya el enterarse de la existencia de un oráculo en la isla Traglorn era todo un descubrimiento para Albatros. No es que el pirata conociera a la perfección todas las islas de los Principados, pero nunca antes había escuchado hablar de aquel oráculo, o de algún otro para los efectos del caso. ‘Supongo que esto demuestra que siempre hay algo nuevo bajo las doce lunas’, pensó cuando vio acercarse a Tholo, ya con la lengua afuera y haciendo un gran esfuerzo para cumplir con su parte. Albatros se concentró entonces en su tarea, tenía que lograr llevar la fruta hasta el oráculo, o nunca encontraría la Fuente de la Eterna Sabiduría. El ninja/pirata llegó hasta su capitán, le entregó la fruta de fuego y calló rendido. Albatros empezó a correr como si lo persiguiera un demonio; el oráculo se veía cada vez más cerca, pero aún faltaba un buen trecho. Entonces ocurrió lo que tenía que pasar, un calambre atacó la pierna derecha del capitán de la Zaarita y casi lo hace caer. Siguió avanzando pero ya no podía correr. Veía como la fruta empezaba a apagarse y el oráculo aún estaba considerablemente lejos. Empezó a saltar en una pierna pero sabía que jamás lo conseguiría así. Miró entonces atrás y vio a lo lejos a sus dos tripulantes caminando hacia él, agotados. Solo tenía una opción, pensó. Se detuvo, echó un vistazo a la fruta que llevaba en su mano, levantó la mirada hacia el oráculo, respiró profundamente y la lanzó. El fruto de fuego giró en al aire, extinguiéndose; era un tiro dificilísimo. Albatros calló de rodillas mirando al oráculo mientras la fruta consumía sus últimas llamas, justo antes de caer en el plato de piedra, haciéndose puré.

Albatros, Tholo Lacs y Tedes Atoro, el chico, llegaron a la gran estatua de piedra un par de minutos después, bastante cansados. En el plato se veía la fruta deshecha por el golpe, aún botando humo. Los tres se miraron desanimados, tanto esfuerzo para nada.

Entonces los ojos de la estatua se encendieron y se escuchó una voz que parecía venir de otro mundo. “¡Quién osa despertar al oráculo de Traglorn!”

Oracle Traglorn 1 
“Oh Oráculo que todo lo sabe,” dijo Albatros un poco nervioso. “Tenemos una pregunta para usted.”

“¡Háganla rápido y déjenme en paz!”, rugió el oráculo de Traglorn, helando la sangre de los piratas. Entonces agregó amenazadoramente. “Recuerden que solo tienen una pregunta, así que formúlenla bien.”

Alquimio Batros respiró lentamente para clamarse, tragó saliva y preguntó de la forma más clara que pudo. “Oh gran Oráculo de conocimientos infinitos, ¿dónde podemos encontrar la Fuente de la Eterna Sabiduría?”

Y con una voz mucho más mundana, el oráculo respondió: “¿La qué?”

Barra Bandera Albatros

El polvo levantado no dejaba que el combate se desarrollara con normalidad. Albatros aún escuchaba los rayos de Tedes Atoro, el chico, surcando el aire, e incluso había tenido que esquivar un par. El capitán de la Zaarita empezó a retroceder buscando a su adversario, al que había perdido en la polvareda, cuando su espalda chocó contra la de alguien más. Giró inmediatamente y trató de hundir su daga en el cuerpo que acababa de encontrar, pero esta se detuvo contra una daga idéntica. Al levantar la vista advirtió que se trataba de Tholo Lacs, que lo miraba aliviado. Entonces los ojos del ninja/pirata se llenaron de terror, una espada corta le acababa de atravesar la espalda surgiendo nuevamente por su pecho.

Barra Bandera Albatros

La tripulación de la Zaarita celebraba a lo grande, su capitán los había vuelto a salvar de una muerte segura. ‘Ese orco estaba loco’ comentaban algunos. ‘No cayó con nada, ni siquiera con el ataque de nuestra ballesta’, decían otros. “Capitán, capitán, cuente la historia otra vez”, imploró Grillo.

“Está bien muchachos, pero es la última vez. Recuerden que para eso tenemos un Bardo,” dijo Albatros mirando a Segundo y todos rieron. “El oráculo nos acababa de decir que la Fuente de la Eterna Sabiduría se encontraba casi en el fin del mundo, en los confines de Khorvaire, en un lugar a donde solo los más valientes podían aspirar llegar,” comenzó a contar Alquimio Batros.

“De hecho,” interrumpió Tholo Lacs, “lo que el oráculo dijo después de un buen rato de explicarle que lo que buscábamos era algo capaz de devolver la cordura, fue que aquello a lo que nosotros llamábamos Fuente de la Eterna Sabiduría lo encontraríamos en los Shadow Marches.”

“!Shhhhhh!” respondieron al unísono todos, incluso Tedes, que había estado ahí pero le gustaba oír la historia. El ninja/pirata se cruzó de brazos y puso cara de molesto.

“Ejemm…” Albatros se aclaró la garganta y continuó. “El oráculo nos acababa de dar la respuesta cuando unos 15 bárbaros orcos aparecieron de entre los árboles y empezaron a correr por la playa hacia donde nos encontrábamos.” Albatros se puso de pie y comenzó a declamar su historia. “Los orcos tenían todos unos tatuajes muy extraños y probablemente se trataban de una tribu organizada, pues parecían seguir a uno de los suyos que resaltaba por ser más grande, estar más tatuado y tener más cara de loco. Tholo, Tedes y su servidor nos pusimos en guardia y empezamos a atacar a la distancia, para ir reduciéndolos en número; y funcionó muy bien pues ya hasta nosotros llegaron solo unos cinco. Gracias a Tedes por esto debo admitir, y no es la primera vez que sus bolas de fuego nos salvan el pellejo.”

“¡Yeeeeeeeee!” gritó y aplaudió el público cautivo. El mago halfling solo atinó a sonrojarse y levantar una mano como agradeciendo el reconocimiento. Tholo Lacs no lo podía creer. Volvió a negar con la cabeza y se acomodó en su posición de berrinche.

“Pero el combate estaba aún lejos de ser ganado,” continuó con la historia Alquimio Batros, adoptando un tono de preocupación. “Cuatro más de los bárbaros cayeron en combate cuerpo a cuerpo, pero su líder parecía ser invencible. Peleaba con una furia inhumana, nuestros golpes no hacían mella en él, aunque no parábamos de abrirle heridas y bañarlo en su propia sangre. Fue entonces que ordené la retirada, temiendo que se encontrara bajo la influencia de alguna magia muy poderosa que no pudiéramos vencer. Tedes, el chico, nos ganó algo de tiempo deteniendo al bárbaro loco con uno de sus hechizos, mientras poníamos nuestro bote a flote y empezábamos a remar hacia la Zaarita. Pero cuando creíamos que estábamos a salvo el bárbaro se libró del hechizo que lo retenía y se lanzó al mar a nuestra caza. Resultaba increíble ver como nadando iba más rápido que nosotros a remo. Incluso ustedes le dispararon un par de veces con la ballesta del barco sin mayores consecuencias.”

Orc_Brute_by_VegasMike

“Cierto es,” intervino el Zurcado. “Uno de mis virotazos le dio en pleno estómago, pero la bestia no se detenía por nada.”

“Oooooohhhhhh,” volvieron a exclamar todos al unísono.

“Y qué paso entonces,” preguntó muy emocionado Tedes Atoro, el chico.

Tholo Lacs lo miró sorprendido. “Esto es increíble,” dijo sin poder creerlo.

“Y vaya si lo era,” volvió a tomar la palabra Albatros, “nada parecía ser capaz de detener a aquel monstruo. Llegamos a la Zaarita y subimos a cubierta dejando nuestro bote en el agua. Temía por la seguridad del barco pues nos tomaría un rato ponerlo en movimiento, y tiempo era algo de lo que no disponíamos. Ya habíamos adoptado nuestras posiciones para sacar a la Zaarita de ahí cuando el bárbaro nos alcanzó. Lo vimos destruir el bote que aún se encontraba en el agua, con una furia y fuerza tales que todos temimos por nuestras vidas. Estaba seguro que la Zaarita no aguantaría los golpes de aquella bestia, así que hice lo que cualquier capitán hubiera hecho en mi lugar. Me paré sobre la baranda de cubierta, les di la orden de salvar el barco, y me lancé al mar a luchar contra aquel terrible ser.”

“Y entonces lo acuchilló hasta que no quedó nada de él,” dijo muy emocionado Grillo.

“No, no,” terció Danubio, “está clarísimo que el capitán se sumergió con él hasta ahogarlo, aprovechando su mayor experiencia en el mar.”

“Yo desde aquí vi como el capitán lo molía a golpes,” gritaba Cosofrito desde la punta del mástil mayor, aunque en realidad no había visto nada pues se había ocultado en su canasta. Entonces algo llamó la atención del vigía, “¡Capitán, Río de la Daga a la vista!”

“A ver señores, a sus puestos,” se puso de pie Danubio y adoptó voz de mando. “Ya estamos llegando a Sharn.”

“¿Pero y el resto de la historia?” preguntó Grillo desilusionado.

“Tendrá que ser en otro momento,” le respondió Albatros poniendo una mano en el hombro del pirata tipo B. “Tedes, Tholo, ahora desembarcaremos en la ciudad de las torres e iremos en busca de Michael Jackson, se supone que tiene un taller aquí también. Si ya llegamos hasta acá aprovecharemos para armar la Zaarita con cañones y hacernos con algún equipo. Pero no nos demoraremos más que unos días, la Fuente de la Eterna Sabiduría nos espera.”

“Pero capitán,” lo interrumpió Tholo Lacs con tono irónico, “justo estábamos llegando a la mejor parte de la historia.”

Albatros miró a su subordinado y sonrió. “Lo importante es que estamos todos bien, Tholo. No importa realmente como me deshice de ese orco loco.” Y era cierto. Además, quién era Alquimio Batros para romper el corazón de toda su tripulación y confesar que para cuando le cayó encima al bárbaro, a éste se le acababa de terminar el efecto de lo que fuera que lo mantenía vivo después de tanto daño recibido, y que se había hundió solito en el mar.

Barra Bandera Albatros

La nube de polvo empezaba a asentarse y se podía ver mejor. En la arena quedaban cuatro luchadores de pie. Alquimio Batros, Tholo Lacs y Tedes Atoro, el chico, tenían cercado al último de los gladiadores. Todos estaban muy heridos pero ya faltaba poco. Albatros sabía que no había acabado con ningún adversario, este tenía que ser el suyo. Sabía además que solo tenía una oportunidad, el daño de uno de los hechizos del mago halfling se repetiría en unos segundos y seguro acabaría con el último gladiador, pero él mismo no estaba en condiciones de acercarse y luchar cuerpo a cuerpo; un golpe podría ser suficiente también para terminar al capitán de la Zaarita. Sacó entonces una daga de su cinto, le apunto al centro del pecho del gladiador y la lanzó.

Barra Bandera Albatros

“Venimos en busca de la Fuente de la Eterna Sabiduría,” dijo Alquimio Batros antes de presentarse siquiera. Había tenido que cruzar kilómetros de pantanos y bosques en los Shadow Marches, con todos los peligros que aquello acarreaba, antes de llegar a esta ciudad en ruinas y a su único edificio aún en pie, donde se encontraban ahora; la verdad estaba impaciente.

“¿La qué?” respondió sin entender el que parecía ser el líder del clan. Eran 10 y a primera vista aparentaban ser humanos, pero después de verlos un poco mejor estaba claro que algo tenían diferente, algo que los hacía ver un poco místicos. El líder estaba sentado en una especie de trono en el centro de una gran habitación circular. Los muros y el techo estaban todos decorados con pinturas que parecían narrar una historia, pero que el poco o ningún cuidado que habían tenido a lo largo de los años los había casi destruido, haciendo imposible saber de qué se trataba.

“La Fuente de la Eterna Sabiduría,” continuó Albatros, “sabemos que está aquí. Hemos venido desde muy lejos por ella y no nos iremos sin antes usarla.”

“Todos los que llegan hasta aquí vienen de muy lejos, pero muchos aún guardan sus modales y se introducen antes de reclamar cosas. Mi nombre no es importante, pero mi función aquí seguro que lo es para ustedes, yo soy el Guardián.”

“Disculpe a mis compañeros,” dijo el mago halfling dando un paso adelante. “Yo soy Tedes Atoro, el chico, porque el grande era mi padre…”

“Aaahhhhhhh,” exclamó Tholo Lacs por fin comprendiendo.

“Y ellos son Tholo Lacs y el capitán Alquimio Batros.”

“Yo soy el capitán,” dijo Albatros levantando las cejas un par de veces como sacando cachita al Guardián.

El Guardián se puso de pie y se acercó a ellos. Solo entonces notaron que era bastante más alto que el resto, ellos incluidos. Los otros nueve humanoides místicos se mantuvieron en su sitio, pegados a las paredes a lo largo de toda la habitación. “Díganme entonces que es lo que buscan, y veré si son dignos de conseguirlo.”

“Ya se lo dije, la Fuente de la Eterna…”

“Buscamos una cura para nuestro capitán,” lo interrumpió nuevamente Tedes, el chico, quien al parecer se entendía mejor con el Guardián. “Su mente se vio afectada por un artefacto muy extraño y hemos venido hasta acá para poder restaurarla.”

El Guardián miró a los tres aventureros, deteniéndose unos instantes en cada uno, como si les leyera no solo el pensamiento, sino también el alma; entonces dijo. “Está bien, podrán utilizar el poder de lo que llaman la Fuente de la Eterna Sabiduría, si prueban ser merecedores de ello.”

CONTINUARÁ…

1 comment:

Martin said...

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