Sunday, July 4, 2010

Los Recuperadores – parte 2 (LADCA No. 6, Vol 3)

Cuando Alquimio Batros volvió a abrir los ojos se encontró echado en la habitación del artefacto en Trebaz Sinara, con Tedes Atoro, el chico, y Tholo Lacs mirándolo sorprendidos. Según le dijeron sus compañeros había desparecido por casi una hora para luego ser escupido por la gelatina. El capitán de la Zaarita trató de ponerse de pie pero perdió el equilibrio y tuvo que agarrarse del ninja/pirata para no caer. Intentaba recordar que era lo que había sucedido pero su mente estaba en blanco, o peor aún, perturbada; como si el mundo que él consideraba real hubiera cambiado de alguna forma, como si se hubiera corrompido, como si se hubiera mezclado con un reino de locura. Alquimio Batros no recordaba nada de lo que había sucedido pero estaba seguro de algo, ya nada volvería a ser igual.

Albatros y sus dos tripulantes abandonaron la habitación del artefacto en silencio. El capitán de la Zaarita estaba asustado y no entendía muy bien por qué; sus dos acompañantes no terminaban de entender lo que acababa de suceder. Fue entonces cuando Albatros empezó a escuchar voces en su cabeza. Lo que fuera que le hubiera hecho esa gelatina rosada lo había dejado mal, se sentía muy nervioso y paranóico.

“¿Segundo? ¿Segundo, eres tú?” empezó a decir en voz alta Alquimio Batros con una expresión de terror en el rostro.

“Capitán,” respondió el bardo en la cabeza del capitán pirata, “estamos en la Zaarita con dos señores que quieren comunicarse con usted.”

“Se acabó,” dijo Albatros contrariado dirigiéndose a Tholo y Tedes, “ahora escucho voces en mi cabeza.”

“Nosotros también las escuchamos capitán,” respondió Tedes, el chico. Tholo solo atinó a asentir.

Albatros los miró extrañado… “¿Segundo?”

“Capitán, estos dos señores dicen que usted estará muy interesado en hablar con ellos.”

“Cómo es que estás…”

“Capitán Batros, mi nombre es Kian Evandis, sumo sacerdote de la Sangre de Vol,” dijo una nueva voz en las mentes de los tres piratas. “Vine a su barco con la intención de hacerle una propuesta que podría interesarle, pero ya había partido. Tengo entendido que están en busca del escondite de los Recuperadores; pues yo estoy interesado en unos barriles, cuatro para ser más exactos, que encontrarán ahí. Mi oferta es la siguiente, ustedes traen esos barriles de vuelta a su barco y nosotros les concederemos lo que quieran.”

“¿Cualquier cosa que deseemos?” interrumpió Tholo Lacs sin poder creerlo.

“Ciertamente tenemos límites,” volvió a comunicarse telepáticamente Kian Evandis, “pero estoy seguro que estarán más que satisfechos con lo que podemos ofrecerles. Debo agregar que es de la mayor importancia que no abran esos barriles. Si los abrieran el trato se rompe y no nos encontrarán en su barco al volver. Debo insistir en saber si aceptan nuestra propuesta.”

Albatros miró a sus dos tripulantes, ninguno parecía tener objeción alguna por la cual no pudieran intentarlo al menos. “Trato hecho,” dijo finalmente Alquimio Batros.

“Aquí los esperaremos,” respondió Kian Evandis, y con eso terminó la comunicación.

Albatros y sus dos tripulantes continuaron la búsqueda de la guarida de los Recuperadores, tratando de olvidar el incidente del artefacto gelatinoso. Revisaron un par más de cuevas pero no encontraron nada. Finalmente dieron con una nueva senda que siguieron, rodeando la montaña, hasta una muy angosta gruta, bastante más profunda que las anteriores. Se adentraron un buen trecho y encontraron unas escaleras que descendían; las siguieron y llegaron a la parte superior de una alta habitación circular. Abajo, los Recuperadores discutían.

Los tres piratas descendieron un poco por las escaleras que continuaban rodeando la habitación, teniendo mucho cuidado de no hacer ningún ruido. Ninguno de los cinco Recuperadores parecía haber notado su presencia pues estaban muy concentrados en la disputa que tenían entre manos. Albatros y Tholo avanzaron un poco más y cuando llegaron a una altura prudente, el capitán de la Zaarita dio la señal…

(Lo siguiente ha sido censurado para posibilitar la publicación de Las Aventuras del Capitán Albatros sin restringir las edades a las que se permite su lectura. La imagen a continuación tiene por finalidad dar una idea de lo ocurrido).

Jar Jar punch

PUM!, POW!, CRASH!, SCUM!, PLENG!, OUGH!, con usada de anillo incluída… Tholo Lacs se sacudió el polvo y dio una patada al cuerpo de uno de los Recuperadores, que yacía sin vida en el suelo. Había sido una masacre.

“Listo,” dijo el ninja/pirata tras cerciorarse de que su último rival no se levantaría, “ahora dónde está ese tesoro del que tanto nos hablaron estos Recuperadores.”

“Al parecer esta no era su guarida principal,” iba diciendo Tedes, el chico, mientras terminaba de descender las escaleras. “Los barriles están ahí por lo menos,” y señaló a un lado de la habitación, junto a unas cajas de madera rotas. “¿Qué haremos ahora, capitán?”, pero Albatros no respondió, estaba con la mirada perdida en el cadáver de Mitos. El mago halfling se acercó y le tocó el hombro.

“¡Argh!” gritó del susto Alquimio Batros, dando un salto hacia atrás. “¡No te acerques así sin avisar!” Sus dos tripulantes lo miraron extrañados. “No se hable más,” dijo Albatros envainando su rapier y mirando para todos lados. “Tomemos los barriles y regresemos a la Zaarita cuanto antes, que todo esto me pone muy nervioso.”

El camino de regreso a la Zaarita fue bastante más fácil de lo que hubieran podido esperar. Parecía incluso que el bosque les abría el paso mientras avanzaban. Tal vez aquella era la forma de Diáfana de decir gracias , una forma mucho menos personal de lo que Tholo hubiera deseado. Ya en la playa subieron los barriles al bote y los llevaron hasta la Zaarita.

“Capitán Batros,” se acercó Kian Evandis al pirata, “es un verdadero placer conocerlo al fin”. Se trataba de un hombre algo ya entrado en años, muy gordo, vestido con una inmensa y muy decorada túnica de colores blanco, dorado y rojo; con una especie de cilindros con incienso colgándole de collares. “Que gusto que la tentación de abrir los barriles no los venciera.”

“Si, si,” interrumpió Tholo Lacs impaciente, “¿cómo era eso de que nos darían lo que quisiéramos?”

“Pues así es,” empezó a decir el clérigo gordo mirando con desagrado al ninja/pirata por interrumpirlo, luego hizo una seña a su ayudante. “Este es Arion, mi discípulo.” Arion era mucho más delgado que su amo y vestía con ropas similares, aunque de colores más sobrios y oscuros. Su avanzada edad hubiera hecho dudar a cualquiera de su condición de discípulo, pero sus maneras sumisas lo terminaban delatabando. “Arión, por favor prepara los inciensos para los caballeros.”

Clérigo gordo y clérigo flaco

Albatros se acercó a Kian Evandis pero luego dio un paso atrás, como poniendo distancia entre ambos; seguía nervioso. “Pues la verdad yo no me siento bien, no se exactamente que pasó pero si me dieran a elegir en este momento no lo dudaría ¿podrían tú y tu otra mitad arreglarme?”

Kian Evandis examinó a Albatros atentamente y pareció darse cuenta de algo que se le había escapado. “¿Dónde ha estado últimamente?”

“Aquí, con mi tripulación, trayendo sus barriles”.

“No, hay algo más,” y se acercó al capitán de la Zaarita, quien retrocedió la misma distancia, estaba claro que lo ponía nervioso tenerlo cerca. “Interesante,” murmuró en voz baja Kian Evandis. Tomó entonces un par de las pequeñas copas con incienso que colgaban de su ropa, cerró los ojos, las sacudió y pronunció unas palabras en un idioma incomprensible para los piratas. El humo del incienso empezó a rodear a Albatros, que trató de sacudírselo con las manos sin mayor éxito. El humo eventualmente desapareció y el clérigo abrió los ojos. “Al parecer abandonaste este plano últimamente, y eso afectó tu mente… tu sensatez, tu cordura.”

“Mi sabiduría,” dijo Albatros interrumpiendo al clérigo, “eso tiene sentido. Me siento menos sabio.”

“No dije sabiduría, dije sensatez y cordura,” trató de corregirlo Kian Evandis.

“Después de todo tiene sentido que sea quien fuera el que me atacó, atacara una de mis más grandes habilidades,” continuó diciendo Albatros ignorando por completo a clérigo de la Sangre de Vol.

“¿Se puede atacar algo que no se tiene?” preguntó Tholo Lacs al mago halfling.

“No lo sé,” respondió Tedes Atoro, el chico, para luego agregar. “Este clérigo gordo me da muy mala espina.”

“Lo que sea,” continuó clérigo gordo. “No tengo muy claro a donde fue, pero la experiencia lo marcó eso es seguro. Y lo siento, mi poder no podrá recomponer su mente.”

“Maestro,” empezó a decir Arion, “pero acaso no es usted capaz de…” y ¡záz!, le calló una cachetada a clérigo flaco por parte de su amo, tras lo cual guardó silencio.

“Disculpe capitán Batros,” se apresuró a decir Kian Evandis. “Es parte de su entrenamiento el no hablar si no se le permite”.

Albatros lucía decepcionado. “Entonces…”

“Entonces pídanme algo que pueda darles.”

Albatros miró su barco por un par de segundos y volvió a preguntar. “¿Alguna mejora a la Zaarita? Todo este problema comenzó cuando los Recuperadores escaparon y…”

“Eso es fácil,” lo interrumpió Kian Evandis. “Arion, los inciensos. Comienza el ritual Jogworiano. ¿Qué hay de ustedes dos?” dijo clérigo gordo dirigiéndose a Tholo Lacs y a Tedes Atoro, el chico.

“Pues la verdad a mi no se me ocurre nada en este momento,” dijo el mago halfling mientras miraba detenidamente a clérigo flaco, que bailaba muy gracioso haciendo girar sus cadenas con inciensos, llenándolo todo de humo.

“Nada por acá tampoco,” agregó Tholo desconfiado. Él no estaba dispuesto a ser bañado en humo hasta comprobar que funcionaba. “¿Podríamos tal vez ponernos en contacto con ustedes en el futuro para hacer el pedido?”

“Por supuesto,” dijo clérigo gordo encantado con la idea. Aquí tienen dos pequeñas copas de incienso, una para cada uno. Enciéndanlas cuando quieran comunicarse conmigo y acordaremos algo. Mucho cuidado eso sí, que cada copa tiene solo un uso.” Y entregó al ninja/pirata las dos copas. “Capitán Batros, si me permite, debo ayudar a mi aprendiz con el ritual,” hizo una reverencia y se unió a Arion.

Al cabo de un rato de danzas, por parte de clérigo flaco, y palabras extrañas, a cargo de clérigo gordo, el humo del incienso empezó a disiparse. Entonces Kian Evandis volvió donde Albatros y el resto de su tripulación que se habían reunido a ver el espectáculo. “Está listo, capitán Batros. Estará muy satisfecho al saber que su barco es ahora una fortaleza mágica infranqueable, modestia aparte. Es imposible detectarlo con ningún medio mágico, además de bloquear cualquier tipo de teletransportación desde y hacia él.”

“Impresionante,” dijo Alquimio Batros realmente impresionado. “¿Y me dijo que no puede hacer nada por mi sabiduría perdida, verdad?”

“Dije cordura, y no, lo siento mucho pero no; me temo que será permanente. No conozco ningún poder capaz de contrarrestar los efectos de Xoriat…”

“¿Xoriat?” preguntó Albatros.

“¿Dije Xoriat? No, quise decir ‘mira la horiat que es, Arion, debemos irnos’. Me temo que debemos partir ya capitán Batros, pero seguro nos volveremos a ver en el futuro.” Y haciendo una seña a Arion con la cabeza, señalando el mar, se despidió con una reverencia. “Al agua Arion,” dijo clérigo gordo.

“Pero señor, por qué no…” y ¡zas!, le cayó otra cachetada a clérigo flaco, que empezó a asentir con la cabeza y caminó hasta el borde de la cubierta.

“Hasta pronto, capitán Batros,” se despidió clérigo gordo mientras empezaba a levitar, y alejándose de la Zaarita agregó, “este es el comienzo de una muy fructífera relación de negocios, ya verá.”

Arion por su parte suspiró resignado y se lanzó al mar, a nadar tras su señor, hasta que se perdieron en el horizonte.

Segundo se acercó a Albatros entonces. “¿Ahora qué, capitán?”

“Pues ya escucharon a clérigo gordo. Si el problema es mi sabiduría perdida…”

“Dijo cordura,” intervino el ninja/pirata.

“…solo hay un lugar donde puedo recuperarla.” Tholo y Tedes se miraron preocupados, pero antes de que pudieran decir algo Albatros empezó a repartir órdenes. “¡Todos a sus puestos! ¡Danubio, que me aseguren las amarras! ¡Grillo, las naranjas! ¡Segundo, al timón!”

“¿Tenemos rumbo, capitán?” preguntó el bardo.

“Vaya que si lo tenemos, Segundo… iremos en busca de la Fuente de la Eterna Sabiduría.”

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