Saturday, March 21, 2009

Albatros vuelve a casa (LADCA No. 3, Vol 2)

Corría, o más bien navegaba, el año 996 desde la fundación del reino de Galifar. Alquimio Batros estaba en plena conformación de la que llegaría a ser la más efectiva tripulación pirata que jamás surcara los mares de Lhazaar… cuando la perdió. O más bien, ellos lo perdieron a él, en una noche de cantina y demasiada salasta. Y en esas estaba Albatros, ya escapado de la torre de Cortinus y habiéndose deshecho de la amenaza que representaba Turbantes, embarcado en el Sur-Cama-Res esperando que lo llevara, o acercara al menos, a la isla de Questor (donde recordaba haber visto por última vez a su querida Zaarita).

El Sur-Cama-Res se vio en plena travesía des-capitanado (que mirándolo en perspectiva es mucho mejor que verse des-cendiendo al fondo del mar con un cañón atado a la cintura, como le sucedía al ex-capitán de la embarcación tras ser arrojado por su tripulación amotinada). Pero lo peor de todo era que la tripulación amotinada estaba dividida en el bando del segundo abordo (un tal Gravos “el rayado”) y el del contramaestre (un half-orc llamado Cubiartos). La situación comenzaba a ser insostenible, del agua salubre solo quedaban gotas (se estaba agotando) y el Sur-Cama-Res no se había movido desde el motín. Si alguien no hacía algo pronto nadie saldría vivo de aquella, y como no podía ser de otra manera, Alquimio Batros ideó un plan. Está de más decir en qué consistió el plan, ya que no funcionó. Lo realmente importante es que los dos bandos de la tripulación se reconciliaron, acordaron una capitanía bipartita y abandonaron a Albatros en medio del mar (en un pequeño bote, eso si, después de todo a él le debían la reconciliación).

– Malditos piratas, ya no se puede confiar en nadie – se lamentaba el capitán de la Zaarita mientras remaba. No lo habían dejado tan lejos después de todo, ya que solo le tomó unos días divisar las costas de Port Verge, capital de Questor.

El desembarco fue rápido y sin mayores complicaciones, aunque bastante humillante. La última vez que estuvo en Port Verge Albatros fue visto en la Zaarita, uno de los barcos más rápidos de los principados (si no el más), y ahora regresaba en un botecito. No es que fuera la primera vez que le pasaba pero tampoco había por que echarle más leña al fuego, el apodo de “el plomo” no era algo que le agradara en lo más mínimo. Además, esta vez no había hundido ningún barco, o no que él supiera al menos. Alquimio Batros empezó entonces a caminar por la ciudad sin un plan definido, cuando vio en la calle un afiche con un bastante desfavorecedor retrato suyo, que decía: “Se Busca: Capitán Alquimio Batros. Si tiene información dirigirse a la Calera.” Él tenía información, su suerte empezaba a cambiar.

La Calera es una de las tabernas más antiguas de Port Verge, propiedad de un enano demasiado malhumorado llamado Celio Krutz. Krutz vivió la mayor parte de sus años en los Mror Holds, pero la dura vida en las minas de Mroranon estaba acabando con su espíritu y con su espalda, por lo que decidió buscar fortuna al este. ¿Y qué hay al este de los Mror Holds?, pues nada más y nada menos que los principados Lhazaar, donde Celio Krutz se unió a la tripulación del Miundo y conoció al entonces joven pirata Alquimio Batros. Krutz y Albatros vivieron algunas aventuras juntos en la mencionada embarcación, hasta que su capitán en aquel tiempo, el Forajido Bert, orquestó un pésimo abordaje al barco insignia de Talula Ironspine, la más terrible pirata enana de los mares de Lhazaar. El fallido intento de abordaje le costó la vida a más de la mitad de la tripulación del Miundo (capitán incluido) y un ojo a Celio Krutz, pero todo pudo haber acabado aún peor si el futuro capitán de la Zaarita (y del Miundo, aunque eso es otra historia) no se las ingeniaba para dirigir una retirada improvisada, salvando la vida de muchos piratas y la del mismo barco. Ya a salvo y en tierra firme Celio Krutz decidió que esa tampoco era vida para él, por lo que reunió lo que había logrado ahorrar en sus andaduras marítimas y subterráneas y compró una vieja taberna en Port Verge. Si bien desde entonces cada uno había tomado rumbos diferentes, la amistad ya había sido forjada (por un santo seguidor de Onatar, decía el enano) y Albatros y Krutz sabían que llegado el momento, podían contar el uno con el otro… aunque sin saber muy bien para qué.

Celio Krutz-p

Era medio día cuando Albatros llegó a la taberna y ésta ya estaba llena hasta casi reventar. Se abrió paso hasta la barra y saludó.

– Hola Celio, cuánto tiempo sin verte. ¿Qué novedades?

– Ninguna novedad, Batros. Novedad sería que me devuelvas las 800 doradas que te presté hace meses para tu expedición al norte, ¿recuerdas?

– ¿Los muchachos no te dejaron el dinero? – se apresuró a decir el capitán de la Zaarita, con la mejor cara de cojudo que pudo improvisar – pero si lo primero que les dije a penas llegamos a Port Verge fue “no se olviden de ir a pagarle a Celio Krutz”. – y acompañó la frase con un gesto educativo con su dedo índice – Tu sabes que yo siempre pago mis deudas, Celio, y más aún cuando se trata de alguien como tu, un amigo, que digo, hermano, compañero de tantas aventuras.

– Pues ni tu gente me trajo nada ni yo te creo una palabra. Ahórrate el discurso y desembolsa.

– Sucede que justo ahora estoy limpio…

– Eso sí es novedad – respondió el enano riendo.

– …pero buscaré a los muchachos – siguió Albatros como si con él no fuera la cosa – que ellos son los que tienen el dinero de la deuda. Por cierto, ¿tienes idea de donde puedo encontrarlos?

– Estuvieron por aquí anoche y dijeron que volverían para almorzar. Creo que llevan esperándote bastante tiempo ya, Batros. Yo hubiera seguido mi camino al par de días sin verte… - pero ni bien hubo terminado de decir esto el enano, la puerta de la taberna se abrió y dos figuras conocidas para el capitán de la Zaarita aparecieron.

- ¡Capitán, está vivo! – dijo Danubio sorprendido al ver a Albatros conversando con Celio Krutz, a lo que Segundo agregó – Donde se había metido, creímos que se lo había tragado el mar.

- Es una larga historia, ya habrá tiempo para eso después – respondió Alquimio Batros sonriendo, a lo que agregó mientras salía de la taberna – Ahora por favor páguenle a Celio y yo los esperaré afuera.

Ni el ruido de vasos estrellándose contra las paredes ni el ver a sus dos tripulantes cruzar la puerta corriendo sorprendió al capitán de la Zaarita, quien se les unió al instante y juntos se alejaron a paso veloz de la Calera y del iracundo enano.

Barra Bandera Albatros

Las puestas al día no tomaron demasiado tiempo, como Albatros había previsto. Éste contó a su tripulación de su estadía en la torre de Cortinus y de la odisea que representó el poder llegar hasta Questor, aunque sin entrar en demasiados detalles sobre su encuentro con Turbantes (como solía hacer con todo lo relacionado a su pasado Chesumarense). Segundo, por su parte, relató cómo habían registrado hasta la última piedra de la ciudad en su búsqueda, cómo persiguieron a una sospechosa embarcación de halflings que zarpó al par de días de su desaparición, cómo (por un extraño fenómeno climático-presurizante inexplicable) todo el alcohol de la Zaarita se había evaporado, y finalmente cómo, tras convencerse de que los halflings no tenían nada que ver en el asunto (convicción que llegó justo cuando los perdieron de vista), habían decidido regresar a Port Verge con la esperanza de encontrarlo ahí (y reabastecer a la Zaarita de salasta). Y con todo esto dicho, ahora la Zaarita se deslizaba sobre las aguas, casi rozándolas, con destino a Skairn. Ahí, Danubio había escuchado decir a unos gnomos en Port Verge, se dirigía un barco encubierto de la casa Kundarak, transportando valiosos bienes desde Dreadhold; y como no podía ser de otra forma, Albatros y compañía tenían planeado interceptarlo.

Los días habían ido pasando con Alquimio Batros al mando del timón y Segundo al lado, tomando notas de la travesía; con Danubio pegando de gritos a la guardia; con Chino viejo instruyendo a Grillo sobre los deberes de un pirata tipo B; y con Tito parado casi sobre el espolón, con su maul al hombro y la mirada perdida en el horizonte; hasta que…

– ¡Capitán, barco a la vista… cinco pasos a estribor! – se oyó a Cosofrito gritar desde la punta del mástil mayor. Albatros sacó su largavistas y enfocó.

– Cinco pasos a estribor Segundo, es un galeón – respondió el capitán de la Zaarita, pero entonces pareció dudar. Había algo extraño ahí, el galeón tenía las velas recogidas y estaba inmóvil. La distancia entre los dos barcos se fue acortando y Albatros pudo enfocar mejor: la embarcación estaba ladeada, uno de sus mástiles había caído y había un gran agujero en el casco de la nave… el galeón se estaba yendo a pique.

Barco hundiendose

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