Wednesday, April 15, 2009

El Informante (LADCA No. 6, Vol 2)

La taberna del tuerto Lou es un sitio de paso obligado para las gentes de mar, piratas en especial, que atracan en Tantamar. Ahí se reúnen personajes de la peor calaña, la crema y nata de los desagües portuarios. Si necesitas información sobre algo o alguien, es ahí a donde debes acudir. Y eso fue lo que hicieron Alquimio Batros y sus acompañantes.

Hacía frío afuera, por lo que al entrar a la taberna sintieron como una ola de calor guardado los chocaba. Albatros, Danubio, Tito y Segundo se ubicaron enseguida en una mesa vacía un poco alejada del resto. Pidieron una botella de salasta y empezaron a buscar, disimuladamente, al supuesto informante. Si bien el grupo no era precisamente el que Alquimio Batros solían usar para “misiones de reconocimiento”, la cosa podría ponerse fea y el apoyo de Tito y Danubio sería muy útil. El tiempo fue pasando y no pasaba nada, pero ya para la segunda botella de salasta (y suerte que fue así porque Segundo estaba a punto de subirse a la mesa a tocar unos “criollajes”) apareció el tipo al que estaban esperando. Se trataba de un medio elfo joven, de unos 50 o 60 años, de rasgos oscuros y apariencia desinteresada de la vida. Ubicó a Albatros y compañía con una rápida ojeada al lugar, se dirigió a la barra para pedirse un trago y luego se fue a sentar con sus “clientes”.

- Buenas noches – lo recibió el capitán de la Zaarita – vaya frío que hace afuera.

- He soportado peores, al igual que tú, según he escuchado – respondió el medio elfo, con una sonrisa en la cara y estudiando la reacción de su interlocutor.

- Pues que gusto que escuches tan bien – replicó Albatros sin darle mayor importancia al comentario - Y ya que estamos en eso, ¿no habrás escuchado algo de un barco de velas rojas?

- Directo al punto, eso me gusta… Podría ser, ustedes saben que es tanto lo que uno escucha por ahí que a veces se confunde.

Tito empezaba a incomodarse, no le gustaba para nada ese tipo y ganas no le faltaban de arrancarle la cabeza de un maulsazo.

- Lo sabemos – continuó Albatros – por eso trajimos una de esas bebidas que ayudan a recordar. Segundo, por favor – e hizo una señal a su segundo abordo para que invitara a su invitado algo especial. El bardo, con una sonrisa un poco ebria, alcanzó al medio elfo un vaso de salasta con un rubí en el fondo.

El medio elfo secó el vaso de salasta, escupió la piedra a su mano y luego agregó.

- Santa bebida, vaya si aclara la mente, y además tiene muy buen sabor. Podría tomarme un par más, con el permiso de los presentes.

- Primero lo primero – intervino Albatros, que también empezaba a impacientarse – ya luego habrá tiempo para brindar, si la información así lo amerita.

- Déjenme ver… un barco de velas rojas ¿no? Pues solo puede tratarse del Amuikaf Rojo. El Amuikaf Rojo es una carabela que llegó a estas costas hará cosa de un par de meses. Su capitán, el intrépido Pit, se jacta de poseer la nave más veloz de los mares de Lhazaar.

- ¿Qué más sabes acerca de Pit? – preguntó Danubio.

- No mucho, la verdad, no es que su fama lo preceda. De hecho, dicen por ahí que hasta hace pocos meses era un pirata de cuarta que ni barco tenía. En ese tiempo lo conocían como Piter Cantropus, pero esas eran otras épocas, ahora no hay tesoro que se le resista.

- No se si todos los tesoros, pero es seguro que los nuestros no lo hacen – intervino Segundo riéndose, ebrio hasta sus calcetines. El medio elfo pareció no entender el comentario del bardo, lo que Albatros aprovechó para dirigir la conversación a lo que realmente le interesaba.

- Hay un par más de cosas que quisiera saber. ¿Quiénes forman su tripulación y de donde sacó ese barco?

- Esas son fáciles: no lo sé. Su tripulación, al igual que el barco, nunca antes habían sido vistos en los principados. Hay quienes dicen que hizo un pacto con un diablo a cambio del Amuikaf Rojo. He escuchado también que trabaja para uno de los príncipes en secreto, haciendo de corsario, y que es este príncipe el que le solventa sus gastos y el que le dio el barco. Lo que si es seguro es que nadie, que no forme parte de su tripulación, ha subido jamás al Amuikaf Rojo y ha sobrevivido para contarlo.

- Todo un personaje este Pit. ¿Hay algo más que nos puedas decir? – preguntó el capitán de la Zaarita, tratando de fingir desinterés y fallando de manera rotunda.

- No, no lo creo – se demoró en responder el medio elfo.

- ¿Tal vez un trago más?, Segundo… - y el bardo le sirvió otro vaso de salasta con su respectivo rubí, pero esta vez el medio elfo no lo tomó.

- No es que lo que me hayan pagado valga la información, pero tampoco pondría mi mano al fuego por ella… Un guardia de la ciudad se tomó unos tragos el otro día con alguien que afirmaba haber estado en uno de los barcos abordados por el intrépido Pit. El sujeto le contó que tras el abordaje, cuando ya había pasado el alboroto y la tripulación de Pit se estaban retirando, escuchó unos gritos de ultratumba que parecían provenir de las bodegas del Amuikaf Rojo. Juró que se le heló la sangre en ese momento y perdió el conocimiento. Según el guardia, aquello no hace más que confirmar que Pit había vendido su alma para obtener el barco, pero que el pirata había sido más astuto y que, para conservar su tan preciado bien, había engañado al demonio y ahora lo tenía cautivo en su embarcación.

- Pero si es el bueno de Albatros – se escuchó decir a una voz extraña. Un shifter, con una de sus garras en el pomo de su espada, acababa de pararse detrás de Tito y miraba al capitán de la Zaarita con una sonrisa en la cara.

- Roto, siempre es un placer verte – dijo Albatros con tono irónico, sin levantarse de su asiento – disculpa que no te atienda pero estamos un poco ocupados.

- No creí que tuvieras los hijos de gallina no natos para aparecerte por aquí otra vez… ni que fueras tan estúpido.

- Ya sabes lo que dicen, los malos hábitos son difíciles de abandonar… que curioso, acabo de recordar a tu hermana, ¿cómo está? – comentario que no pareció hacerle gracia al shifter.

- ¿Por qué mejor no llevamos esta conversación afuera?, creo que estamos aburriendo a tus amigos – propuso Roto. Tito y Danubio se miraron de reojo, el tipo quería problemas.

- Está bien – respondió Albatros y poniéndose de pie saco su wandstol y disparó al shifter de lleno en la cara, haciéndolo caer aparatosamente.

Y con eso se armó el despelote. Todos en la taberna se pusieron de pie y algunos incluso desenfundaron sus armas. El medio elfo había desaparecido aprovechando la distracción, junto con el último vaso de salasta y el rubí. Albatros, con una sonrisa de “ups, estaban viendo”, guardó su wandstol e hizo una seña a su equipo para que lo siguiesen. Atentos y con las manos en sus armas (Segundo en sus cucharas), Alquimio Batros y su tripulación salieron de la taberna del tuerto Lou con más preguntas de las que habían entrado.

¿Quién era el intrépido Pit? ¿Qué escondía en el Amuikaf Rojo? Y sobre todo, ¿por qué se empecinaba en arruinar a Albatros, llegando antes que él a todos sus atracos?

Demoniac_Pirate_Lord___CHOW75_by_skazi222

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