Thursday, February 1, 2007

La Caída de Fauces (LADCA No. 5, Vol 1)

El Chesumadre se fue acercando, poco a poco, a las costas de Regal Port, solo lo suficiente como para pudiéramos desembarcar en lo botes, sin ser vistos desde la orilla. La noche era cerrada y aquello favorecía la empresa. Alquimio Batros me comentó que pensaba que aquella era una muy mala idea, pero también que pensaba que a punta de malas ideas es que se forjan las fortunas.

Los elegidos tocamos tierra y rápidamente cubrimos los botes con unas mantas. El capitán Fauces dirigía la expedición, lo acompañabamos "el turco" Gorzac, los hermanos Durk y Crotán, el viejo Norrías, Alquimio Batros y su servidor. Las instrucciones eran claras: Entrar sigilosamente a la torre, llegar hasta el Amuleto de los Vientos, tomarlo y salir como se pudiera de ahí.

La primera parte del plan estaba ya casi culminada. El viejo Norrías se había hecho con los planos de la torre y tras examinarlos, Fauces decidió que unos desagües abandonados serían nuestra ruta de entrada. Tras avanzar un buen tramo sumergidos en un agua de dudosa procedencia, llegamos a una vieja gruta que comunicaba a las catacumbas.

Ahí fue que el grupo se dividió, el turco se fue con los hermanos half-orc, mientras que Fauces se levó al resto. Del turco nunca volvimos a saber, Durk y Crotán contarían luego que fueron descubiertos mientras revisaban los niveles inferiores de la fortaleza y que, al batirse en retirada, Gorzac fue herido y tuvo que ser dejado atrás.

Nuestro grupo era el encargado de revisar los pisos superiores. Fauces parecía olfatear a los guardias, pues entrando y saliendo de habitaciones y pasadizos logramos llegar al salón del amuleto sin ser vistos. El salón estaba casi vacío, solo con un pedestal al centro y algunas columnas sin mayores detalles. ”Tanta austeridad no parecía estar a la altura de tamaño tesoro”, recuerdo que mencionó Fauces.

Los tres subordinados revisamos la habitación para asegurarnos que no hubieran trampas ni guardias ocultos, mientras Fauces estaba de pie frente al pedestal, como hipnotizado por el amuleto. El viejo Norrías, al terminar la inspección, se colocó al lado de su capitán y le susurró algo al oído. Fauces asintió con la cabeza y Norrías tomó el amuleto.

Al instante el viejo se vio convertido en piedra y las cuatro columnas se abrieron para dejar salir una gárgola cada una. Para cuando Fauces desenvainó su espada, ya Albatros y yo estábamos en pleno combate contra tres de las cuatro criaturas de piedra. La cuarta se abalanzó contra el capitán, que la detuvo con una pata de palo en lo que vendría a ser su estómago. Las gárgolas no eran los adversarios más fuertes a los que nos hubiéramos enfrentado, pero la inferioridad numérica nos complicaba el panorama.

Fauces derribó a su gárgola y la empezó a pisotear hasta que la fue quebrando y quedó hecha añicos. Albatros y yo, en cambio, teníamos serios problemas con las nuestras. El capitán sacó un pañuelo de su bolsillo y tomó el medallón de las manos de Norrías, envolviéndolo y guardándolo nuevamente, tras lo cual salió corriendo del salón. Albatros logró derribar a otra de las gárgolas, la que nos cubría el camino hacia la puerta, y salió corriendo tras Fauces.

Al llegar yo a la puerta las gárgolas se quedaron quietas, sin intenciones aparentes de seguirme, por lo que me disponía a salir cuando escuché un tropel de pasos escaleras abajo. Subí corriendo las escaleras pero me topé con que la puerta que llevaba a la azotea estaba cerrada, por lo que fui presa fácil de los guardias que venían por nosotros. Al otro lado de la puerta se escuchaba que Albatros y Fauces discutían, pero los guardias tardaron demasiado en abrirla. Para cuando la puerta fue derribada, Albatros ya había asesinado a Fauces y se encontraba sobre él. El muy cobarde retrocedió a penas nos vio entrar y, al ver que no tenía escapatoria, se detuvo al borde de la azotea. Los guardias avanzaron hacia él con sus lanzas apuntándole y eso debe haberlo puesto nervioso, porque por mi turbante que no encuentro otra explicación para que el animal este se haya arrojado al vacío.

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